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lunes, 4 de enero de 2016

El Relojero de Scapa Flow

Günther Prien
Iniciada la Segunda Guerra Mundial, el contralmirante del arma submarina Karl Doenitz había ideado la Operación Baldur, un plan para atacar este fondeadero natural, hasta entonces considerado inexpugnable. Recopiló información de la Kriegsmarine, de las operaciones realizadas por la Kaiserliche Marine en la Primera Guerra Mundial y analizó las fotografías tomadas por la Luftwaffe, concluyendo finalmente que el Kirk Sound era el único lugar posible para penetrar, navegando de noche en superficie entre las dos mareas.La responsabilidad de ejecutar la incursión recayó en Günther Prien, que sólo reveló el verdadero objetivo de la misión a los cuarenta y cuatro hombres bajo su mando, escasas horas antes de comenzar la difícil tarea de navegar por tan comprometido lugar.

Scapa Flow es una lúgubre bahía de 311 kilómetros cuadrados situada en la isla Pomona del Archipiélago de las Orcadas, en Escocia, al abrigo de una naturaleza agreste de espesas y frías nieblas, violentos huracanes y abigarrados farallones, bajos e islotes que provocan corrientes marinas de extraordinaria convergencia. Además, los canales de Scapa Flow se encontraban bloqueados con barreras, pontones, redes antisubmarinas, puntales de bloqueo, minas y cascos hundidos. A más de mil kilómetros de las bases alemanas y sometida a una extrema vigilancia, desde esta estratégica situación la Home Fleet controlaba tanto el acceso al Mar del Norte como las grandes rutas marítimas que cruzaban el Atlántico, garantizando el paso franco de los cientos de mercantes que mantenían la economía británica, e imponiendo al enemigo un implacable bloqueo naval


El hundimiento del HMS "Royal Oak"

El domingo 8 de octubre de 1939, el U-47 partió del puerto de Kiel (Alemania). Tras un viaje sin incidentes, el U-boat salió a la superficie el 13 de octubre para su acercamiento final, que duró cuatro largas horas. Tras llegar, Prien penetró por Kirk Sound sin tardanza, pasando a escasos metros del barco de bloqueo Thames. Despues, el submarino avanzó a favor de la corriente.

EL 14 de octubre de 1939. Con fuerte marea entrante y gran pericia marinera, el joven kapitänleutnant Günther Prien llevó al U-47 rozando a través de los dos remolcadores hundidos en el estrecho y turbulento canal norte de Kirk Sound y, poco antes de la medianoche, anotó en el cuaderno de bitácora: "¡Estamos en Scapa Flow!"

Tras momentos de nerviosismo y algún incidente que fue resuelto sin mayor problema,  penetraron por fin en el oscuro fondeadero. La aurora Boreal permitía ver a los centinelas y la actividad del puerto. Pero para desesperación de Prien, no había ningún barco a la vista. Pensando que su esfuerzo no iba a dar ningún fruto, Prien decidió navegar hacia el noroeste en un último intento de buscar algún barco. Al llegar al extremo de la bahía, divisó dos buques en el horizonte. El primero era el HMS Royal Oak, mientras que el segundo era el HMS Pegasus, un barco nodriza de hidroaviones.


Tras acercarse más, el submarino disparó tres torpedos, de los que dos fallaron el blanco y sólo uno dio en el Royal Oak, causando una explosión que despertó a la tripulación. Atribuyendo la explosión a un problema interno, el capitán no dio la voz de alarma ni tomó precaución alguna. Doce minutos más tarde el submarino disparó una nueva andanada de torpedos contra el Royal Oak, de los cuales tres acertaron en la línea de flotación del acorazado.

Tras una serie de violentas explosiones, el acorazado comenzó a escorarse. Era la 1:28 horas de la madrugada del 14 de octubre. A pesar de contar con más torpedos, Prien comenzó su precipitada huida del fondeadero en el convencimiento de que sería pronto detectado, aunque en realidad los británicos nunca se dieron cuenta de la presencia del submarino.

Prien envió un mensaje informando que con su pequeño U-47 clase VIIb había hundido un acorazado de 31.200 toneladas de desplazamiento, aunque los alemanes sólo supieron su nombre cuando la BBC informó de la pérdida del orgullo de la Royal Navy, el veterano acorazado HMS Royal Oak, llevándose consigo a 833 de sus 1.234 tripulantes.

Antes de que el U-47 regresara al puerto de Wilhelmshaven el diecisiete de octubre, toda Alemania se había enterado de su gesta. Tras llegar al puerto, volaron a Berlín, donde fueron recibidos como héroes en un desfile de automóviles hasta llegar a la cancillería.  Prien fue condecorado por Hitler con la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro. El protagonista de Scapa Flow se había convertido en un héroe del Tercer Reich.

Tras el exitoso ataque de Prien en Scapa Flow, los rumores en Londres y Washington no cesaban. Los británicos insistían en que el comandante alemán debía haber recibido ayuda desde el interior de la base para poder acceder a ella. Nadie podía hundir al orgullo de la flota británica sin ayuda.

El relojero

Curt Riess, hábil periodista y escritor conocido, residente en Nueva York, escribió un artículo que fue publicado el 16 de mayo de 1942 en el Saturday Evening, donde contaba la historia completa del espía alemán que ayudó a Prien a entrar en la base naval de Scapa Flow.

Según el artículo de Riess, al norte de la bahía, en la pequeña ciudad de Kirkwall, hacía tiempo que se había instalado un amable y risueño relojero llamado Albert Oertel. Como buen suizo, era hombre trabajador y de costumbres regulares, aunque de vez en cuando se escapaba a la taberna donde discutía y sobre todo escuchaba con prudente indiferencia las charlas de los pescadores y contrabandistas. Toda la información era enviada a Alemania en forma de inocentes cartas que siempre hablaban de relojes. Habían pasado casi nueve años desde su llegada a Londres, donde a nadie le pareció extraño que solicitase la nacionalidad británica.

El capitán Alfred Wehring, que ha servido al emperador a bordo del Admiral Hipper, tiene cincuenta años, es moreno y de mediana estatura, Wehring es un hombre simpático, culto y de carácter solitario, aunque nunca ha querido casarse. Nacido en Hannover en 1875, Wehring ha vivido siempre en el mar. Físicamente más parece español que alemán. Este oficial ha trabajado ya, durante la primera guerra mundial, para el servicio secreto de la marina, y su ficha lo caracteriza como "excelente oficial, escrupuloso, muy atento, agudo observador". 

Licenciado al final de la guerra, ha estado empleado como contable en una pequeña fábrica de relojes propiedad de un tío suyo. En 1921, vuelto al servicio activo, ha estado encargado también de una investigación reservada sobre los equipos navales franceses.

En 1925, cambiando su nombre por el de Karl Müller, se ha convertido en corredor de relojes de una conocida fábrica alemana y en dos años ha recorrido Francia a lo largo y a lo ancho. Sus informes mensuales a la empresa contienen -en cifra- interesantísimos datos sobre tonelaje, armamento y tripulación de todos los nuevos barcos de guerra que están en construcción en los astilleros de Brest, El Havre y Marsella.

El día de Navidad de 1927 el supuesto Müller es llamado a Berlín al despacho de Canaris. La conversación con el jefe de la sección de inteligencia de la marina se desarrolla sin testigos, pero en seguida se sabrá que el futuro "pequeño almirante" le ha encargado de una misión excepcional: encontrar a toda costa el modo de establecerse en la base naval de Scapa Flow y descubrir el secreto de las barreras que hacen inviolable a la bahía.

Todas las noticias que Wehring, alias Müller, pueda recoger, las debe transmitir al dueño de un café de La Haya. De allí llegarán enseguida a Berlín. En enero de 1928, el relojero Müller -con nombre nuevamente cambiado por el de Joachim van Schüllermann- parte hacia Holanda.

Esta vez el agente de Canaris es físicamente distinto del corredor que viajaba por Francia. Sus cabellos son ya rubios, lleve bigote, y gafas de gruesos lentes ahumados. A quien le pregunta el motivo, van Schüllermann cuenta que un grave accidente de coche le ha provocado una disminución de la vista.

Wehring pasa un año en Holanda vendiendo despertadores y cronómetros y aprendiendo bien el oficio de reparador de relojes. Por fin, en 1929 pasa a Suiza, donde toma el nombre de Albert Oertel.


Esta es la "cobertura" decisiva para el espía de Canaris. Cuando, en verano del siguiente año, el falso Albert Oertel abandona ginebra y va a residir en Gran Bretaña, en las cercanias de Londres, está provisto de un normal pasaporte suizo. Su verdadera identidad está ya enterrada, y oculta a cualquier posible encuesta.

Con increíble paciencia, el capitán Wehring espera otros dos años -continuando siempre con su trabajo de representante y reparador de relojes- hasta que en 1932 solicita su ciudadanía inglesa. Su petición es pronto aceptada. ¿Quién podría sospechar que es un espía este pacífico caballero entrado en los sesenta años, tranquilo y digno, que centenares de personas ven todos los días inclinado sobre su mesa tras la vitrina de su negocio de Petham, cerca de Canterbury?

Y nadie sospecha de él cuando, en la primavera de 1933 (pocos meses antes Canaris ha sido nombrado jefe de la Abwehr, el servicio secreto alemán) el falso Oertel deja Londres y la Gran Bretaña, se va a Escocia y se traslada finalmente a Kirkwall -en la isla de Pomona del archipielago de las Orcadas, a pocas millas de la bahía de Scapa Flow- para abrir una tienda de relojes suizos y "souvenirs".En el pueblecito brumoso, Albert Oertel no tarda en hacerse popular. Es un hombre discreto, nada curioso, que habla bien aunque con un ligerísimo acento extranjero, y lleva una vida muy retirada. 

Todo su día lo pasa en el pequeño taller entre relojes y despertadores. Frecuenta regularmente la iglesia, no es avaro, y sólo se permite el lujo de algunos paseos por las cercanías, especialmente por las colinas que rodean la bahía de Scapa, pero siempre acompañado por un muchacho. "Tengo la vista demasiado débil", dice, "y no me atrevo a andar solo".

Todas las tardes hace un alto en la hostelería del puertecito, donde bebe un par de cervezas en compañia de los pescadores y participa de buen grado en las largas discusiones sobre el mar, sobre excursiones de pesca y sobre la gente de los pueblos vecinos.

Pero sobre todo, Albert Oertel escucha: escucha con aire indiferente, pero sin perderse una sola palabra, los relatos de los pescadores que con sus barcas llegan hasta la base naval de Scapa Flow a vender el pescado recién cogido o a organizar algún pequeño asunto de contrabando.

Entre una frase y otra van saliendo informaciones curiosas, e incluso interesantísimas. Por ejemplo, cómo traspasan los pescadores las barreras militares de acceso a Scapa dejándose arrastrar por la corriente de marea alta, cómo logran evitar los campos de minas en torno al fondeadero de la flota, cómo distinguen a los centinelas sobre los canales que llevan al exterior de la bahía, y cómo se aprovechan de la niebla para acercarse a los islotes que circundan la base.

Por eso, todas las tardes, cuando vuelve a casa desde la hostelería, el relojero atranca la puerta, corre las persianas y cortinas, enciende una potente lámpara, despeja la mesa de trabajo y extiende encima un gran mapa con la reproducción de la bahía de Scapa Flow: Aquí las barreras de portones eléctricos, allí las redes antisubmarinos y los campos de minas, aquí las plataformas de los cañones, los proyectores y, al lado, las baterías antiaéreas.

Tarde tras tarde el mapa se llena de nuevos datos (sobre la posición de los navíos, los que salen y los que arriban, sobre la llegada de destacamentos de soldados) a los que Oertel añade los que él mismo ha descubierto con su aguda vista y su formidable memoria durante los paseos por las alturas que dominan Scapa Flow. Pero no es sino hasta comienzos de septiembre de 1939, cuando apenas ha empezado la guerra, no logra el falso Oertel la información esperada ¡POR DOCE AÑOS!.

El 12 de septiembre, mediante la oficina de La Haya, informa a la "Abwehr". El mensaje cifrado dice: "Ha llegado el paquete. Espero una nueva partida dentro de este mes. Ruego confirmación". Esto significa que el capitán Wehring ha descubierto un agujero en la coraza de hierro que protege Scapa Flow, y que por ese agujero podría pasar un sumergible. 

La entrada oriental de la base se llama Kirk Sound; es un estrecho y turbulento brazo de mar comprendido entre la costa rocosa de Pomona y el escollo arenoso de Lamb Holm. Un pescador, durante la acostumbrada velada en la hostelería de Kirkwall, cuenta al relojero que este acceso a la rada de Scapa está bloqueado con tres pontones, pero que éstos, impelidos por la impetuosa corriente, están bastante distanciados entre sí, de modo que los vapores más pequeños -como los dedicados al transporte de viveres- se arriesgan a pasar.

Dos días después, con el pretexto de un duelo en la familia (la muerte de su madre), Albert Oertel deja Kirkwal, llega a Londres en tren y desde allí, con otra inocente carta en la que se habla de relojes que hay que adquirir y otros que han quedado invendidos, describe minuciosamente la posibilidad de entrar en la base por el Kirk Sound. 

No está clara la suerte del capitán Wehring. Según una versión, aquella misma noche el falso relojero se alejó de Kirkwall pero siguió algunos meses en Gran Bretaña hasta que logró poco antes de la invasión de Holanda (mayo de 1940), llegar a Alemania.

Según otros -pero en diario de navegación del U-47 no lo menciona- el comandante Prien, que sabía la existencia del espía, antes de abandonar Scapa Flow emergió y, con un bote de goma, habría recogido a Wehring/ Müller/ van Schüllermann/ Oertel, que le esperaba en un punto predeterminado en la costa de Kirk Sound, llevándoselo a Wilhelmshaven.

Lo cierto es que, inmediatamente después del ataque a la base inglesa, el relojero desapareció de Kirkwall. Al día siguiente, cuando los vecinos, alarmados por su prolongada ausencia, entraron en el alojamiento del falso Oertel, encontraron en la mesa un horario de ferrocarril abierto, con una señal de lápiz rojo junto al tren que partía para el sur de Inglaterra. Sobre la mesilla de la alcoba había algo de dinero. Una nota explicaba que era para la sirvienta. Por ello más de uno pensó que el relojero había tenido que salir inesperadamente. 

Mito o realidad?

Sin embargo, investigaciones posteriores parecen indican que el tal Kapitan Alfred Wehring jamás existió. Ese nombre no aparece en ningún registro de la marina alemana, ni de la Primera Guerra Mundial ni de la Segunda Guerra. Testimonios de supervivientes que prestaron servicios en el Abwher tampoco arrojaron ninguna luz sobre Wehring e investigaciones en Kirkwall tampoco hay evidencias que antes de la guerra, existiera un relojero nacionalizado británico de nombre Oertel. Lógicamente, no sería descabellado suponer que no existieran registros escritos sobre un espía. Tal vez Wehring solo fuera apenas otro de sus disfraces… En todo caso, las indagaciones de la posguerra en archivos alemanes y en las Orcadas no han encontrado ninguna evidencia de la existencia de Oertel o Wehring, por lo que la historia es considerada totalmente ficticia en la actualidad. Si la historia del Relojero de Scapa Flow es únicamente una leyenda, entonces la hazaña de Prien es aun mayor.

El propio Günther Prien no sobrevivió a la guerra, pues él y el U-47 desaparecieron en circunstancias desconocidas el 7 de marzo de 1941 en algún punto del Atlántico Norte, posiblemente por el ataque del destructor británico HMS Wolverine. La noticia de su pérdida fue mantenida en secreto por el gobierno Nazi durante diez semanas. Después del fracasado atentado contra Hitler del 20 de julio por parte del grupo de Claus von Stauffenberg, el almirante Canaris fue detenido y el 9 de abril de 1945 fue ejecutado en la horca en el campo de concentración de Flossenbürg por guardias de las SS. Su cuerpo fue incinerado.

Algunos de los que fueron tripulantes del U-47 durante la misión contra el Royal Oak sobrevivieron a la guerra, pues fueron transferidos a otras naves antes de la desaparición del submarino. Algunos se reunieron después con sus antiguos enemigos del HMS Royal Oak y entablaron amistad con ellos.

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