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lunes, 10 de agosto de 2015

10 de agosto de 1519 - desde Sevilla (España) zarpa la expedición mandada por el portugués Magallanes, que descubriría el paso entre el océano Atlántico y el océano Pacífico y acabaría dando por primera vez la vuelta al mundo, demostrando la esfericidad de la Tierra.

El objetivo de Cristóbal Colón fue navegar hacia el Oeste hasta Las Indias en busca de especias y otras riquezas de Asia. En sus viajes, Colón encontraría oro en la Isla de La Española y en Centroamérica, pero jamás encontró las islas de las especias, que hoy conocemos como Las Molucas. Ni siquiera en el cuarto viaje de Colón se pudo encontrar un paso marítimo a la Asia que los europeos conocían.

Tras el Tratado de Tordesillas de 1494 la influencia en el Mundo había quedado dividida en dos por una línea imaginaria en el océano Atlántico. España tenía el control de la zona Oeste, lo que abarcaba buena parte del Continente Americano, además de las Islas Canarias. Portugal, en cambio, controlaría toda la zona Este, territorios que abarcaban desde África hasta el océano Índico y el pico oriental de Sudamérica, el actual Brasil. Por todo ello España estaba muy interesada en una vía marítima a Asia que no implicase navegar hacia el Sur bordeando África y luego ir hacia el Este hasta La India. El paso por tierra del Atlántico al Pacífico ya se conocía en 1519, porque en 1513 el conquistador español Vasco Núñez de Balboa había avistado el océano Pacífico con una travesía terrestre a través de Centroamérica.

Fernando de Magallanes

Fernando de Magallanes creía en la posibilidad de llegar a las islas de las especias navegando hacia el Oeste, sin necesidad de ir con sus barcos hacia el Este bordeando toda la costa occidental de África, y posteriormente regresar a España. Su plan era muy similar al de Cristóbal Colón. Magallanes, nacido en Portugal, tenía experiencia en el mar y conocía bien Las Indias ya que pasó ocho años como soldado de la Armada Portuguesa en el océano Índico. 

Magallanes pertenecía a una noble familia lusitana. Nació en la región de Trás-os-Montes hacia 1480. En su juventud, Magallanes había viajado a las Indias Orientales, y ciertamente habría regresado allí si las circunstancias se lo hubieran permitido. En 1505 se integró en la expedición de Francisco de Almeida, el primer virrey portugués del lejano oriente, que debía contener el poderío musulmán en África y la India. Formó parte de la expedición de Lope de Siqueira que estuvo en Malaca (1509). En el Consejo de capitanes para la conquista de Goa opinó en contra de los planes del virrey y perdió el favor real. El segundo virrey Alfonso de Albuquerque logró una serie de éxitos en su plan de expansión. Atacó Calicut, conquistó Goa (1510), y ocupó Malaca. Tras participar en una campaña militar en Marruecos, le acusaron de traición y el rey portugués le informó de que ya no necesitaba sus servicios. El rey Manuel había cometido un grave error al despedir a Magallanes, pues éste era un navegante experto y había estudiado a fondo las teorías geográficas de su época. Argumentaba que el único motivo de que Colón y Caboto no hubieran encontrado las Islas de las Especias era que no habían hallado un paso a través del continente americano. 

Magallanes viajó a la corte del emperador Carlos V de España en 1518 e informó al emperador de que las islas Banda y las Molucas [eran] el único almacén natural de la nuez moscada y el macis. El rey comprendió de inmediato que Magallanes le ofrecía la mejor oportunidad de poner a prueba la posición al parecer invencible de los portugueses, y le asignó el mando de una flota que zarparía hacia el sur a lo largo de la costa brasileña, buscaría un paso para acceder al océano Pacífico y luego navegaría hacia el oeste hasta llegar a las islas de Banda

Según el tratado de Tordesillas, España había adquirido la posesión de las tierras occidentales de América, entonces, los españoles vieron la necesidad de hallar un canal que comunicara los océanos Atlántico y Pacífico a través de América, a fin de utilizarlo en el camino hacia la India evitando la ruta del cabo de Buena Esperanza, que quedaba dentro del dominio portugués. Juan Díaz de Solís había buscado el paso en 1515, los que pudieron regresar de esta expedición se equivocarían al creer haberlo descubierto en el estuario del Mar Dulce (Río de la Plata). Magallanes propuso al Rey emprender la búsqueda de ese canal, proposición que fue aceptada en 1518. El encargo consistía en descubrir una vía que permitiera alcanzar las Islas Molucas, en el Pacífico Sur, ricas en especias. Las capitulaciones firmadas por Magallanes y su compañero Rui Faleiro, preveían que a ellos y a sus descendientes les correspondería el gobierno de todas las tierras que encontraran, además de una vigésima parte de las ganancias que obtuvieran de sus descubrimientos. La corona española proporcionó las cinco naves que realizaron la expedición, las cuales fueron equipadas en el Puerto de Sevilla: la "Trinidad", la "San Antonio", la "Concepción", la "Santiago" y la "Victoria".

Réplica de la nao Victoria
El viaje era extremadamente complicado, ya que entonces no había cartas de navegación de esa zona del mundo. Los mapas de 1519 no habían cartografiado el recorrido que Magallanes pensaba seguir; sólo aparecían algunas islas del Caribe y las costas desde Centroamérica hasta el norte de Brasil, pero no más al sur. En el este, los mapas que mostraban las costas de Asia y África en el siglo XVI no eran especialmente detallados.

La búsqueda del paso al mar del Sur

Partió de Sevilla el 10 de agosto de 1519 con cinco barcos y 234 hombres, pasando posteriormente un mes y diez días en Sanlúcar de Barrameda, de donde partió el 20 de septiembre de 1519 y se dirigió al suroeste. Ese año el descubridor del mar del Sur, Balboa, era acusado de traición y ejecutado por Pedrarias Dávila en Panamá. La expedición de Magallanes llegó dos meses más tarde al Brasil. El 13 de diciembre entra en la bahía de Río de Janeiro. Bordeando la costa se adentró por el estrecho que después llevaría su nombre hasta llegar el 21 de octubre a un mar desconocido. La exploración del Mar Dulce convenció a Magallanes de que aquel no era el paso buscado y siguió navegando hacia el sur internándose en cada bahía hasta llegar a San Julián, en la Patagonia. Allí tomaron contacto con hospitalarios indígenas de talla alta, que envolvían sus pies en pieles y dejaban grandes huellas al caminar por la nieve. Los llamaron patagones, hoy conocidos como tehuelches. Esperó en San Julián la llegada de la primavera. Tuvo que sofocar una rebelión. Dos de sus cabecillas fueron ejecutados y otros dos abandonados en aquellas frías costas cuando se reinició la exploración. El 21 de octubre llegó al cabo Vírgenes. Un minucioso reconocimiento confirmó que había encontrado el paso. Lo llamó Estrecho de Todos los Santos y que ahora lleva su nombre, y que comunica los océanos Atlántico y Pacífico. Una de sus naves se amotinó y regresó a España. Tardó más de un mes en cruzar las turbulentas aguas del estrecho y encontrar el mar tranquilo al que le dio el nombre de Pacífico. Las naves exploraron el sur de Chile y luego pusieron rumbo noroeste, hacia las Molucas, que suponían cercanas. Pero el viaje se hizo interminable y muy pronto se quedaron sin agua y alimentos. Navegó seis meses hacia el oeste hasta anclar en el archipiélago de Guam donde pudo aprovisionarse.

Empujada por los alisios, la expedición arribaría doce días más tarde a unas islas reverdecientes de luminosas playas, en donde los indígeneas congregados saludaban amistosamente. Magallanes puso el ancla en Cebú y tomó posesión de las islas en nombre del rey de España. Aquel día 16 de marzo de 1521, las futuras islas Filipinas recibirían el nombre de San Lázaro. En la jornada del 14 de abril bautizaron a un millar de indígenas, empezando por su jefe, Humabón. Este se hallaba en guerra con Lapu Lapu, jefe de la isla de Matcán, situada frente a la de Cebú. Magallanes decidió tomar el partido del nuevo cristiano, Humabón, y desembarcó en Matcán, acompañado por unos cincuenta hombres (27 abril 1521). Una lluvia de flechas los recibió y los españoles huyeron rápidamente hacia su embarcación. Magallanes, cojo y chapoteando en el cieno, se quedó solo y los indígenas de Matcán le dieron muerte. Humabón, a ver que los españoles volvían sin su jefe y comprendiendo que no eran invulnerables pese a los amuletos de su religión, les preparó una trampa y dio muerte a unos veinte. Carvallo, el ayudante de Magallanes, decidió proseguir la expedición. Pero, como sólo podía contar con 108 hombres, número insuficiente para maniobrar las tres naves que les quedaban, ordenó quemar una de ellas, la Concepción.


Antonio Pigafetta 

Es una suerte que Magallanes llevara consigo a un experto llamado Antonio Pigafetta, un Navegante italiano nacido en Vicenza que llegó a España en 1518 como acompañante del embajador pontificio Chiercati, donde, conocedor del viaje que Magallanes estaba ultimando en Sevilla, se alistó como sobresaliente en la nao Trinidad. Herido en Mactán, fue uno de los 18 supervivientes que regresaron a España. Hacia 1524 escribió su relato de la expedición. 

El diario de Pigafetta, a su vez, llegó a manos del culto vicario inglés Samuel Purchas, cuya monumental antología de las exploraciones inspiraría a los mercaderes aventureros ingleses. La travesía de Magallanes empezó con buen pie: se abasteció de nuevo en las islas Canarias, cruzó el ecuador y llegó a la costa sudamericana al cabo de tres meses. Aquí, el rencor de que se había ido incubando entre la tripulación española y su capitán portugués estalló en un motín, y Magallanes se vio obligado a ahorcar a los perturbadores en un patíbulo levantado a toda prisa. Entonces cesó el motín. La atención de los restantes amotinados pronto se desplazó hacia el comportamiento extraordinario de los nativos, entre ellos los pobladores, altos como gigantes, de la Patagonia, de los que observó Pigafetta;
"Cuando están enfermos del estómago se meten una flecha hasta media vara garganta abajo, lo cual les hace vomitar bilis verde y sangre".
Su remedio para los dolores de cabeza no era menos espectacular: se hacían un corte en la cabeza y así libraban la sangre de impurezas. 

Un año después de haber zarpado de Tenerife, el barco de Magallanes avanzó lentamente por el estrecho que hoy lleva su nombre y penetró en las cálidas aguas del Pacífico. 
"Estaba tan contento que las lágrimas brotaron de sus ojos"
escribió el redactor del diario de la expedición. Magallanes había estado en lo cierto desde el principio: ahora sólo tenía que seguir las brisas cargadas de aroma de especias hasta las Indias Orientales. Por desgracia, no era tan sencillo. Al igual que la mayoría de los exploradores de su época, Magallanes no tenía ni idea de las enormes distancias que debía recorrer y, cuando llevaba más de tres meses en alta mar sin avistar tierra, los tripulantes empezaron a padecer hambre.
"Habiendo consumido todas las galletas y otros víveres, cayeron en tal estado de necesidad que se veían obligados a comer los restos pulverizados que quedaban en los barriles, ahora llenos de gusanos y hediondos, como la orina, debido al agua salada. El agua potable también estaba putrefacta y se había vuelto amarilla".
Pronto incluso los restos agusanados se terminaron, y los hombres se vieron obligados a
"comer trozos de cuero, que rodeaban ciertos grandes cabos de los barcos, pero esas pieles eran muy duras, debido al sol, la lluvia y el viento, y las sumergían en el agua, pendientes de una cuerda, durante cuatro o cinco días, a fin de ablandarlas". 
No era ésa una dieta para hombres enfermos, y pronto se cobró su tributo:
"Debido a esta hambruna y a la sucia alimentación, a algunos las encías se les hincharon tanto sobre los dientes que murieron atrozmente de hambre".
A pesar de las terribles penalidades, los barcos prosiguieron su lento avance hasta llegar a las Filipinas, donde los hombres supieron que se estaban aproximando a su objetivo. Pero Magallanes no estaba destinado a ver las Islas de las Especias, pues cometió el error de involucrarse en una lucha por el poder local y murió en la refriega. Su muerte fue un golpe devastador para todos los supervivientes, y Pigafetta, conmocionado, se esforzó por expresar el sentimiento que les había causado su pérdida: 
"Allí pereció nuestro guía, nuestra luz y nuestro apoyo". 

Juan Sebastián Elcano

A la muerte de Magallanes en las Islas Filipinas, Elcano toma el mando de la expedición como capitán de la nave Victoria. 

Tantos hombres habían muerto que se tomó la decisión de abandonar uno de los barcos. Los buques restantes zarparon hacia la más septentrional de las Islas de las Especias, y avistaron el cono volcánico de Tidore, cubierto de clavo, en la primera semana de noviembre de 1521. De repente las descripciones pintorescas que caracterizan el diario de Pigafetta adoptan un tono más práctico. Los hombres de Magallanes habían recorrido medio mundo a fin de hacer fortuna, y a lo largo de varias páginas Pigafetta registra todos los pesos y medidas concebibles que se usaban en la isla. Cargado con veintiséis toneladas de clavo, nuez moscada y sacos de canela y macis, los dos barcos restantes de la expedición abandonaron finalmente las Islas de las Especias en el invierno de 1521. El Trinidad no llegó más allá del puerto: deteriorado, embarcando agua y con una sobrecarga excesiva, necesitaba grandes reparaciones antes de efectuar el viaje de regreso. Tras una emocionada despedida, el Victoria zarpó en solitario el 27 de Diciembre de 1521 hacia España.


Los hombres se enfrentaban a un espantoso viaje de regreso, y más de la mitad murieron de disentería. Pigafetta, diligente como siempre, anotaba cada enfermedad y muerte, e incluso le parecía digna de mención la manera en que los cadáveres flotaban. "Los cuerpos de los cristianos flotaban con la cara hacia el cielo, pero los indios lo hacían boca abajo". Nueve meses después de haber partido de las Islas de las Especias, el Victoria logra llegar a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522. Sólo 18 de los 265 que partieron de España lograron sobrevivir en los tres años que duró la travesía. Tras anclar frente al muelle, descargó toda su artillería en señal de júbilo. Aunque la tripulación estaba medio muerta y Magallanes había sido enterrado mucho tiempo atrás, el emperador Carlos V no cabía en sí de gozo, y una de sus primeras acciones fue honrar al capitán, Sebastián Elcano, con un escudo de armas en cuyo diseño figuraban tres nueces moscadas, dos palitos de canela y doce clavos y un globo terrestre con la inscripción latina Primus circumdedisti me (Fuiste el primero que me diste la vuelta).


Doce hombres retenidos como prisioneros en Cabo Verde que regresaron algunas semanas más tarde a Sevilla, vía Lisboa y los cinco supervivientes de la Trinidad también completaron la vuelta al mundo, aunque no regresaron a Europa hasta 1525 o 1526
  


Así como la expedición de Magallanes condujo a la humanidad hacia los comienzos de una perspectiva muy diferente de la Tierra, en el año 1989, la NASA puso la sonda Magallanes a bordo del trasbordador espacial Atlantis, para llevarla hasta una órbita baja de la Tierra. Una vez puesta en órbita terrestre, uno de los motores le dio el empuje necesario para ubicarla en una trayectoria en dirección a Venus, adonde llegó el 10 de agosto de 1990.

Desde ese día y hasta el 12 de octubre de 1994, desde una órbita ubicada a 200 km de Venus y considerada la más segura, la sonda Magallanes empezó a tomar imágenes con técnicas de radar, de forma sistemática, hasta componer un mosaico completo con una cobertura del 98% de la superficie venusiana.

Las técnicas de observación radar empleadas permitieron a los científicos determinar las alturas de los principales accidentes geográficos. El conjunto de imágenes proporcionadas por la Magallanes son las más nítidas conseguidas hasta esa fecha y más numerosas que las obtenidas por todas las sondas anteriores.

El 12 de octubre de 1994 se programó que la nave se zambullera en la atmósfera de Venus para estudiar su dinámica. Los controladores de Tierra perdieron el contacto y se supone que la Magallanes se quemó en la espesa atmósfera venusiana.


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