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miércoles, 23 de diciembre de 2015

23 de diciembre de 1948 - Son ejecutados los condenados por crímenes de guerra por el Tribunal Penal Militar en Tokio.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el 70% de los estadounidenses creían que el emperador Hirohito era un sanguinario criminal de guerra por lo que pedían que pagara sus crímenes con su sangre, es decir, había una numerosa opinión pública favorable a que se ejecutara al emperador. MacArthur sabía que la figura del emperador era primordial para que la ocupación sobre Japón no encontrara problemas, sin el emperador se temía que surgiera una guerra de guerrillas. En un mensaje al presidente Truman, MacArthur aseguró que el papel de Hirohito en la guerra había sido estrictamente ceremonial, se pintaba a Hirohito como un pacifista cautivo en su palacio, una víctima de una conspiración perpetrada por la jerarquía militar japonesa. Además Mac Arthur argumentó que matar al emperador supondría una gran responsabilidad administrativa por parte de EE.UU hacia Japón, le salía más rentable a EE.UU mantener al emperador y crear bajo su mandato una sociedad constitucional democrática a imagen y semejanza de los Estados Unidos.

Aceptadas estas premisas se celebraron los juicios de Tokio contra los criminales de guerra japoneses, el resultado fue que el primer ministro, Hideki Tojo, y otros seis miembros fueron juzgados y ejecutados. Hirohito se salvó a pesar de que en el juicio se presentó como prueba de la culpa de Hirohito, un documento escrito y firmado por el emperador que le vinculaba con crímenes de guerra, a pesar de existir esta prueba, nunca llegó a mencionarse. Además, según el testimonio de Tojo durante el juicio, nada se hizo ni se podía hacer en Japón contra la voluntad del Emperador, afirmando que hasta la decisión de atacar Pearl Harbor dependió del emperador. Esto hizo que muchos países asiáticos vieran en estos juicios de Tokio una farsa para lavar la imagen del emperador japonés, dejando así un legado de mentiras que aún hoy en día hace difíciles las relaciones de Japón con otros países asiáticos.



Hideki Tojo (1884-1948)
Nombrado en 1940 como ministro de guerra, dejó en claro que Japón debería impulsar la invasión de China, y estaba convencido de que una guerra con Estados Unidos y Reino Unido no podía evitarse. En octubre de 1941, fue nombrado primer ministro y se llevó las carteras de Guerra, Educación, y Comercio e Industria. En diciembre de ese mismo año, se autorizó el ataque a Pearl Harbor. Japón se rindió a las fuerzas aliadas y el 2 de septiembre de 1945, Tojo fue capturado como un criminal de guerra.



Kenji Doihara (1883-1948)
Era un graduado de la Academia Militar de Japón y la Escuela Superior de Guerra japonés. Sirvió como espía en el noreste de China a partir de 1913 en adelante. Doihara fue juzgado por el tribunal de Tokio y condenado a muerte. Antes de su ejecución, fue encarcelado en la prisión de Sugamo.



Seishiro Itagaki (1885-1948)
Se graduó de la academia militar de Japón en 1904. Luchó en la Guerra Ruso-Japonesa en 1904-1905. Alcanzó el grado de teniente general con el ejército japonés y se convirtió en jefe del Estado Mayor del ejército Kwantung en 1936. Fue nombrado ministro de la Guerra en 1938, jefe del Estado Mayor del Ejército Expedicionario de China en 1939, alcanzó el grado de general en el ejército japonés.



Iwane Matsui (1878-1948) 
Se graduó de la Academia Militar de Japón en 1906. Alcanzó el grado de general en el ejército japonés en 1933 y se retiró dos años después, pero salió de su retiro para convertirse en el comandante de la Fuerza Expedicionaria japonesa de Shanghai el 13 de agosto de 1937.



Koki Hirota (1878-1948)
Diplomático de carrera, se desempeñó como embajador en los Países Bajos (1927-1930) y embajador en Rusia (1930-1932). Se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores 1933-1936. Se convirtió en primer ministro en marzo de 1936 y dimitió en febrero de 1937. 



Akira Muto (1892-1948) 
Se graduó de la academia militar de Japón en 1912 y de la Escuela Superior de Guerra de Japón en 1920. Se convirtió en el oficial general al mando de la 2ª División de Guardias Imperiales, Singapur-Sumatra en 1942, y más tarde el jefe del Estado Mayor del Ejército de Área 14 en las Filipinas en 1944.




Heitaro Kimura (1888-1948)
Se graduó de la academia militar de Japón en 1908. Él ayudó a planear la guerra contra China en calidad de viceministro de la Guerra en 1943.

Cuando hablamos de criminales de guerra nos referimos a los acusados en el juicio por crímenes de guerra organizado por los países aliados una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Los crímenes de guerra sobre los que se juzgó la responsabilidad de estas personas fueron divididos en tres categorías:
  • En primer lugar, los delitos contra la paz (clase A), planteamiento este según el cual la planificación, la preparación, la puesta en marcha y la ejecución de una guerra de agresión, así como la asociación criminal para la misma, se convertían en delitos contra el derecho internacional. Sin embargo, hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, la guerra de agresión podía ser “ilegal”, pero nunca un delito por el que se pudiese castigar a un individuo, hecho este por el cual este planteamiento fue criticado en razón de su retroactividad.
  • En segundo lugar, los delitos de guerra clásicos (clase B). Los castigos legales a las personas implicadas en malos tratos a prisioneros, matanzas de poblaciones civiles en territorios ocupados, destrucción de ciudades, etc, estaban reconocidos desde antes de la Segunda Guerra Mundial por el derecho internacional.
  • En tercer lugar, los delitos de lesa humanidad (clase C), planteamiento según el cual los actos inhumanos y los hostigamientos contra la población civil se consideran delitos contra el derecho internacional. Dado que la persecución perpetrada por los nazis contra la población alemana de origen judío (población del propio país) y los actos en tiempos de paz no podían ser castigados incluyéndolos en la clase B, los aliados crearon esta ley retroactiva en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.
En el caso de Japón, los crímenes contra la paz (clase A) fueron conocidos exclusivamente por el Tribunal Militar Internacional para el Extremo Oriente en los llamados Juicios o Procesos de Tokio (1946-1948), en los que los 11 países aliados juzgaron a 28 líderes japoneses. Es decir, que los únicos criminales de guerra de la clase A son los acusados en estos procesos.


En estos procesos se dirimía si los acusados estaban implicados en una decisión política de tan alto nivel como es entrar en guerra, por lo cual los acusados eran todos líderes del Estado japonés, con miembros del gabinete de gobierno y responsables del Ejército y de la Armada entre ellos. Comparados con quienes eran acusados de crímenes de las clases B o C, eran personajes principales, por posición social y por cargo (si bien es cierto que en los juicios de Tokio los juzgados fueron acusados no solo de crímenes de la clase A, sino también de atrocidades de la clase B y C).

Por otra parte, cada uno de los países aliados abrieron juicios para juzgar los crímenes de las clases B y C. Entre estos juicios militares en los que se trataban exclusivamente estas atrocidades están el de Yokohama (Estados Unidos), el de Singapur (Reino Unido) y el de Batavia (Holanda).

En los procesos abiertos por cada país se juzgaban los malos tratos a los prisioneros y otras violaciones de las leyes de guerra, siendo la mayor parte de las personas juzgadas suboficiales y soldados. Según estadísticas elaboradas por el Ministerio de Bienestar Social de Japón, el número total de acusados por crímenes de las clases B y C (excluyendo a quienes murieron durante el proceso) fue de 4.830.

Yasukuni es un santuario en el que se rinde culto a las almas de los caídos en batalla por el Estado, que pasan a ser tratados como kami (en el sintoísmo, “dioses”). Muchos de los japoneses que murieron en batalla durante la guerra se despidieron de su compañeros prometiéndoles, según era costumbre, que se reunirían con ellos en Yasukuni. En pocas palabras, rindiéndoles culto en Yasukuni se prueba que estas personas fueron mártires de la patria y que su muerte tuvo un sentido elevado.

Ya desde el periodo de ocupación aliada, los familiares de aquellos que, habiendo sido hallados culpables de crímenes de guerra, terminaron sus días en el patíbulo, imploraron que pudieran recibir culto con el resto de los caídos. A finales de 1951, Imamura Hisa, esposa del general del Ejército de Tierra Imamura Hitoshi, transmitió a la Comisión de Justicia de la Cámara Alta de la Dieta (Parlamento) el sentir de los familiares de los ejecutados.
“Es realmente penoso ver cómo los familiares pasan sus días bajo el peso del oprobio que supone que sus difuntos ajusticiados como criminales de guerra no puedan ser venerados ahora mismo en el santuario de Yasukuni”, fueron sus palabras.
El gran cambio llegó al finalizar el periodo de ocupación y recuperar Japón su soberanía. En un documento emitido en mayo de 1952, el Ministerio de Justicia de Japón se desmarcó de la interpretación vigente hasta el momento, según la cual los criminales de guerra recibían un tratamiento equiparable al de las personas condenadas por los tribunales japoneses, y abrió la puerta a la restitución de sus derechos civiles. En 1953 se reformó la ley que regía la asistencia pública a los familiares de los difuntos y en ella las muertes de los criminales de guerra por ejecución y las ocurridas durante el cumplimiento de la condena fueron calificadas de hōmushi (concepto creado ad hoc que podría traducirse por “muerte judicial”) y en la práctica se equiparaban a las muertes ocurridas durante el cumplimiento de las funciones públicas. Además, tras recibir una súplica de la asociación de familiares de difuntos, formada en 1947, el Ministerio de Bienestar Social (actual Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar) comenzó a cooperar en 1956 con Yasukuni aportando las informaciones necesarias para que este incluyera a nuevas personas entre las veneradas en el santuario.  
  
Santuario de Yakusuni
En 1978, tras la muerte del anterior gūji (máxima autoridad religiosa de un santuario sintoísta) de Yasukuni, el marqués Tsukuba Fujimaro, lo sustituyó Matsudaira Nagayoshi. Nieto de Matsudaira Shungaku, señor feudal de Fukui, e hijo de Matsudaira Yoshitami, titular del antiguo Ministerio de la Casa Imperial, al final de la Segunda Guerra Mundial era capitán de corbeta de la Armada japonesa, para integrarse posteriormente en el cuerpo de Tierra de las Fuerzas de Autodefensa. Su suegro, el vicealmirante Daigo Tadashige, fue fusilado tras haber sido encontrado culpable como autor de crímenes de guerra de las clases B y C en el juicio organizado por los holandeses. Actualmente se le rinde culto en Yasukuni.

Matsudaira, que postulaba un rechazo frontal a los juicios de Tokio de carácter ideológico, que lo llevaba a negar una visión de la historia, la emanada de tales juicios, según la cual “Japón tenía la culpa de todo”, procedió a “consagrar” secretamente a los siete reos ejecutados y de otros cinco presos que murieron por enfermedad durante el cumplimiento de su condena (Hiranuma Kiichiro, Koiso Kuniaki, Shiratori Toshio, Togo Shigenori y Umezu Yoshijiro) y a Matsuoka Yosuke y Nagano Osami, ambos fallecidos por enfermedad antes de recibir la sentencia, el 17 de octubre de 1948

El hecho se difundió mediante informaciones periodísticas en abril del año siguiente, pero en un primer momento no causó gran revuelo. Sin embargo, el 15 de agosto de 1985, cuando se cumplían los 40 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el entonces primer ministro Nakasone Yasuhiro se decidió a hacer una visita oficial al santuario, lo cual le valió las más duras críticas de los países vecinos. 

Ante esta situación, Nakasone decidió renunciar a volver a visitar oficialmente el santuario al año siguiente diciendo que lo hacía en consideración al gobierno chino, encabezado entonces por Hu Yaobang. Fue, pues, la visita oficial de Nakasone la que activó la espiral de violentas reacciones internacionales y estancamientos diplomáticos que hemos conocido cada vez que un primer ministro visita Yasukuni.

En todo caso, la inclusión de los criminales de guerra de la clase A entre las almas veneradas de Yasukuni supera la dimensión de las honras fúnebres o de los oficios religiosos de difuntos propiamente dichos, para adquirir un significado decididamente político. La “consagración” de estas figuras en Yasukuni fue una “medida espiritual” orientada a un rechazo frontal de los juicios de Tokio, y una acción provocada por una visión de la historia que reivindica la justicia y legitimidad del pasado de Japón.

Conmemoración en Yasukuni


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